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Del imperio austro-húngaro





Del imperio austro-húngaro, estreñido,
por falta de sonrisas verticales,
a Tombuctú, provincia del olvido,
partió do Luis, en bici de pedales.

Pero, si el arcabuz de cierta estrella
cegó a Pablo camino de Damasco,
al olor de charanga con paella
no hay Berlanga que no tome del frasco.

Y acampó en Calabuch, dos o tres meses,
entre cristianos, moros de paisano
y falleras que fallan con franceses,

Y, en plena mascletá, rezando un credo,
ante el altar de un culo valenciano,
se le escapó del alma: tengo miedo.



@Joaquín Sabina


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