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Dones de la ebriedad




Para Claudio Rodríguez, in memoriam.

Uno

Ebriedad, noble don que dan los dioses
paganos ¡qué derroche el de aquel día!
otra copita más, uno sin doses,
dulce almidón de la melancolía.

Ebriedad, terca lágrima que ríe
redimiendo la muerte matutina,
antes de que la sábana se enfríe
al son de la vejez y la oficina.

Embriaguez, tan divina y tan humana,
tan luego, tan ayer, tan casquivana,
tan cana al aire de la malquerida.

Tan llave del cerrojo de las puertas,
tan niña de los ojos de las tuertas,
tan fuego en el rastrojo de la vida.

Y dos

Ebriedad es un bar donde no caben
más que adictos al vicio solidario,
el privé más privé de los que saben
beber sin vomitona escrapulario.

Ebriedad, esa musa descastada
que ilumina la fusa y la cuarteta,
que te da por respuesta la callada
cuando no se encabrita la bragueta.

Embriaguez, elixir del bardo Baco
que a los efebos torna en viejos verdes
coronados de pampas de tabaco,

premio a Dom Perignon, nombre de pila,
abstemio, no sabrás lo que te pierdes
si no cambias la tila por tequila.

Joaquín Sabina. Arca de Noé, enero de 2005
Publicado en Interviú

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@Tras las huellas de Sabina



 

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