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Tercetos encabronados (I)






Hay que tener dos huevos escalfados
para llamarse Matamoros, Coto,
con la que está cayendo en Algeciras.

Por no hablar de los Lequios repeinados,
de los Boris que van como una moto
entre choris, chaperos y mentiras.

Mal pagado y, jugándose la piel,
pobrecito negrito de Ana Rosa
que plagia lo que firma su madama.

Sostuvo Dinio, jódete Fidel,
la carne de cañón no es tan morbosa
sin cóctel de talón y mala fama.

Yo reto a quien me llame moralista
a dueto singular, a rumba en pedo,
a callejón, a timba, a cabarete.

El caso es que me paga esta revista
por ahondar con la daga de Quevedo
la llaga de la tele caga y vete.

Big brother, Hotel Glam, vómito en vena,
Kiko, Malena, Crónicas Marcianas,
¿Dónde estás, corazón? ¡Qué disparate!

Tómbola, Mamma mía, qué cadena
de eructos iletrados, de fulanas,
de chulos lameculos con tomate.

La noche es un fantoche, un coche bomba,
una media lunita kamikaze,
una estufita helada en primavera.

Un paparazzi, un inModesto Lomba,
un Endemol que sabe lo que hace
un finstro pecadol de la pradera.

Cayó Napoleón, el Sha de Persia,
los zares, Constantino, el de Saboya,
puño a la virulé en infante ojo.

En cuanto a mí, ninguna controversia,
me importa dos cojones con quién folla
la novia de la novia del Pantojo.

Por cierto, qué pasada, Carolina,
heredera del rey de la ruleta,
fané y descangallada en plena boda.

Si supiera la Kelly, tan divina,
que Hannover no se abre la bragueta
más que para mear güisqui sin soda.

Por lo demás la arena está que arde,
Doña Elena, en su palco de Las Ventas,
soñando que el torero cuaja un toro.

Y el porvenir tan póstumo y cobarde
embargando mis luces y mis rentas
del coño al corazón, del caño al coro.

Maldita sea la oferta y la demanda
quien manda es el que da, no el que recibe,
lo dice un teleadicto a la tortura.

Mientras mimen los focos al baranda,
se tira el moco y compra al que suscribe
aunque se cisque en la telebasura.

Joaquín Sabina (Junio de 2004)
Publicado en Interviú


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@Tras las huellas de Sabina


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