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cuentan a tus 50 que …


El caso es poco frecuente: un hombre que guarda veinte años en un rincón del corazón acaba de cumplir sus primeros cincuenta. Ocurrió el viernes último. Y no se sabe a ciencia cierta si los sufrió o los festejó. Porque Joaquín Sabina estuvo -y se mantuvo- escondido, los días previos y el día señalado, en quién sabe qué bulín de Madrid, isla paradisíaca o bar de mala muerte. Lo curioso es que el año pasado se despidió de nosotros contando cuarenta y cantando las cuarenta (eso sí, en versos octosílabos) respecto de un dichoso video que, dicho sea de paso, le dejó tiempo para celebrar estos cincuenta con nuevas canciones que reuniría bajo el espantoso título de "Mis cuarenta y diez". No obstante el escondite y el misterio, el muchacho nacido en Ubeda el 12 de febrero de 1949 merece que le repitamos hoy aquel recibimiento que le prodigamos de 1994: ¡Salud, Joaquín Sabina! Los que aman la poesía y la libertad te saludan.


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Nos congratulamos por el medio siglo de un tipo extraordinario -andaluz, para más datos- que desde 1990 ha caminado nuestras calles con olfato de sabueso metropolitano; que se ha metido varias veces ex profeso -siguiendo la ruta del alcohol- en cien bares de Buenos Aires en busca de esquivas canciones, y que ha retratado nuestros despojos en aquella memorable "Con la frente marchita". Pero también festejamos al músico-poeta que hizo de sus encuentros en los teatros verdaderas fiestas de la imaginación, la inteligencia, el ingenio y el testimonio callejero. Fiestas de la mejor poesía popular en el meollo mismo del rock y el pop. Fiestas del corazón saltando de gozo en imágenes insólitas, originales, atrevidas, provocadoras. Sabina no quedará en la memoria de los jóvenes por su affaire del año pasado con Fito Páez. Ni siquiera por esos brillantes, filosos, dignos y nobles octosílabos que Joaquín dirigió en secreto a Fito, como acto final tras la grabación del disco "Enemigos íntimos" y los clips de la discordia.


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Diez años, apenas, nos ligan a los argentinos con Joaquín, tras su debut discográfico de 1988 (su primer disco en España databa del 78) con las canciones de "Hotel, dulce hotel", y aquel primer encuentro de marzo de 1989 en el teatro Opera con el Sabina internacional, cuando nos entregó los versos del cancionero reunido en "El hombre del traje gris". Desde entonces se repitió aquí, en sus conciertos, la deliciosa catarsis colectiva, liberadora de los lugares comunes de los versificadores mediocres, de las medias tintas, de hipocresías y estupideces que cunden en la vida y en la canción popular. Celebramos este cumpleaños porque al rock y al pop les ha tocado Sabina en suerte. Un músico-poeta que enseña (a quien quiera aprender) que el desafío sigue siendo transmitir al prójimo, con la mayor frescura posible y, si cabe, con un poco de desparpajo, ideas flamantes, sentimientos claros, historias de vida.


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Con Sabina sabemos que podemos enriquecernos en ingenio; que es más fácil descubrir esa verdad que nos hará libres, crecer en autenticidad, disfrutar del verdadero humor, con gotas de ironía y porciones de sarcasmo. Celebramos los cincuenta de este Joaquín atorrante, antihéroe, escéptico, lúcido, humanista, sentimental, divertido y maldito que desde sus primeros discos, "Inventario", "Ruleta rusa", "Juez y parte", "Malas compañías" y "Mentiras piadosas", nos regaló mil metáforas imaginativas, audaces, que son orgullo de la lengua heredada de los mejores vates. Celebramos sus canciones que van desde "Pongamos que hablo de Madrid" hasta la ranchera "Y nos dieron las diez", y las incorporadas en discos como "Física y química", "Esta boca es mía" y "Yo, mi, me, contigo".


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Celebramos al Sabina admirador sincero de Discépolo y fervoroso cantor de las coplas de Yupanqui. Al juglar, émulo de Brassens; al trovador que recogió el guante de Dylan, a quien supo transfigurar la poesía popular en versos sibaritas y deschavados que cuentan de historias de perdedores, amores imposibles y héroes marginales; al artista que se las ingenió para conjugar, en juego limpio, lo ético con lo etílico; al cantautor que, lejos de modas, inoculó el veneno iconoclasta en miles de jóvenes.


comentarios publicados el  15.02.1999 La Nación -Por René Vargas Vera

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@Tras las huellas de Sabina




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