Para escribir este libro fueron entrevistados por el periodista marplatense Christian Masellos, un puñado de artistas, entre los que figurán, además de Joaquín Sabina, otros como Silvio Rodríguez, Ismael Serrano, Pancho Varona y Antonio García de Diego. Además, se incluyen en él testimonios de los músicos Fena Della Maggiora, Jorge Drexler, Juan Carlos Baglietto y Pedro Guerra y del poeta y ensayista español Luis García Montero.
"... Christian Masello: Nombraste a Buenos Aires, ¿es esa ciudad una especie de Edén para el noctámbulo empedernido?... Joaquín Sabina: Sí, y sobre todo para alguien que ama, como yo, esa cultura del café de la esquina, la tertulia, la noche, los quioscos abiertos, el verso, los taxistas…Una vez salí de un puticlub infame, a las diez de la mañana, y tomé un taxi. ¡Elconductor era teólogo de la liberación! Me quedé horas hablando con el tipo...."
Con Tras las huellas del Capitán Sabina, Christian Masello redobla la apuesta en un libro que escapa de los formatos periodísticos tradicionales y refleja desde su personal visión el universo sabiniano. Este trabajo de periodismo-ficción, es ideal para los seguidores del artista andaluz y del mundo literario que lo rodea
Acontinuación, para que saboreeis la prosa de José Alfredo Jimenez, autor de este libro, os publico el capítulo VI , titulado "sobre lágrimas y vicios / Las ciudades destruyen las costumbres"
"... Las imágenes de aquella tarde traen un living inequívocamente de músico: en un rincón, la computadora; a su lado, una porta-estudio; más allá, una máquina de ritmos, una guitarra…Había un balcón, con un perro que reposaba… hasta que interrumpió su descanso para ingresaren el ambiente y largar un eructo brutal. Recuerdo que el dueño de casa, Fena Della Maggiora, presentó al can como “Mozart, un viejo de dieciséis años, muy baboso”. Amadeus se tiró a descansar a un lado de la mesa que me separaba de Fena. Della Maggiora tiene un camino largo dentro del rock argentino, como autor e intérprete, con paradas en estaciones con nombres destacados, como Fabiana Cantilo, Fito Páez y Horacio Fontova. Sin embargo, la popularidad le llegó por ser un reportero, un tipo que, sobre un fondo musical, a ritmo acelerado, hacía humor de actualidad en la emisión con mayor rating de la televisión argentina. Era extraño, pero para ver informes ingeniosos, donde se disparaba duro sobre el neoliberalismo y sus representantes argentinos, había que ver el programa que fue la representación televisiva del menemismo. Es decir, cultura chatarra. Algo así como el Big Mac de la tele. Sin embargo, el dúo de raporteros (la otra mitad era Carlos Sturze) era un manjar que escapaba al plástico de McDonald’s.
Durante nuestro encuentro, Fena contó que conoció a Sabina en el estudio de Fito Páez, Circo Beat, cuando el rosarino y Joaquín empezaban a darle forma a Enemigos íntimos. Della Maggiora rememoró que Joaquín le había obsequiado a Fito una capa de torero. El regalo taurino estaba en el living de la vivienda de Páez; era una presencia sabinesca a modo de ídolo pagano.Fena también grababa en Circo Beat. Tras sus sesiones, ingresaban a la arena los gladiadores, queen los primeros tiempos se medían, sin llegar a enfrentamientos serios. Pero después las cosas cambiaron. Comenzaron las pugnas que Della Maggiora describió como “una guerra de egos”. Para los allegados a los enemigos íntimos, se trató de una situación complicada. “Era un momento raro. Parecía que tenías que tomar partido por alguno”, señaló Fena. “Al final no se llegó a tanto, pero había rencillas, boludeces… fue jodido.”
Por eso, tiempo después, cuando desde la compañía discográfica con la que tenía contrato le propusieron que hiciera una canción con Sabina, quien tras la edición de 19 días y 500 noches estaba por recalar en la Argentina, Della Maggiora dudó. Sabía que las heridas por el disco con Páez aún no habían cicatrizado. La separación de S y P podía compararse con un divorcio, y en esos casos suele suceder que los amigos tienen
que decidir de qué lado se quedan. Y para Fena, Fito es un hermano, así que se encontraba atado (de buena
gana) al rosarino. Pero eso tampoco quería decir que estaba contra Joaquín…
Lo dicho: era una situación complicada. Fena sugirió que desde la discográfica le consultaran a Joaquín sobre el tema. Luego, cuando el español arribó a la Argentina, Della Maggiora fue a verlo al teatro.
–Tengo algo para mostrarte –dijo Fena.
–Sí, los de la compañía me comentaron algo, ¿qué tienes?
–Un par de músicas. Sobre todo hay una que me parece que te puede gustar.
–Bueno, llévamela al hotel.
Della Maggiora fue hasta su casa, agarró el demo, una porta-estudio, una caja de ritmos, una guitarra, y se dirigió al hotel. Era medianoche. Joaquín escuchó y sentenció: “La melodía es hermosa”.
–No tiene letra –dijo Fena.
–Jimena, tráeme papel, lápiz y una botella de JB –le solicitó Sabina a su compañera.
Cuando tuvo todos los elementos requeridos, comenzó a escribir la letra. El argentino tarareaba una y otra vez la melodía. Sabina lo escuchaba, escribía, no le gustaba lo que le salía y dejaba de lado papeles repletos de tachaduras. Fena los recogía y no podía creer que tirara eso. “Me gustaba todo”, recordó en su departamento, con Mozart a sus pies. Cuando en el hotel la aguja del reloj superó el cinco, Della Maggiora se disculpó con Joaquín y le explicó que tenía que regresar a su casa porque su pareja de entonces estaba embarazada. “Me agarró la culpa del músico que deja sola a la esposa…”
–Vete, vete. Después te llamo –indicó el español.
Fena le pidió que, cuando terminara, le enviara la letra por fax. Llegó a su casa a las siete de la mañana, con la melodía sonándole en la cabeza sin cesar. A las ocho, sonó el teléfono.
–Terminé, ahí te la mando –dijo Joaquín desde el otro lado de la línea.
Al mediodía, el argentino grabó una primera versión con la letra y le envió el cassette a Sabina, al hotel. Joaquín lo llamó para decirle que le gustaba cómo había quedado.
–Quiero que tenga tu voz –subrayó Fena.
La canción permaneció a la sombra durante un tiempo, hasta que Sabina volvió a Buenos Aires. “Lo atrapé y lo llevé a un estudio. Le dije ‘Joaquín, todavía no empecé a hacer la base de la canción, pero necesito tu voz’. Así que toqué la guitarra y él grabó sus partes. Cambió dos o tres cosas de la letra, como suele hacer, porque acostumbra realizar modificaciones hasta último momento, y dejó la voz grabada.” El tema era Lágrimas de plástico azul.
Fena partió a España, a explorar el territorio, antes de irse a instalar con su mujer y su hija. Durante varios días, paró en la casa de Sabina. Joaquín quiso saber cómo había quedado la versión terminada de Lágrimas de plástico azul. Fena se la hizo escuchar. Quedó encantado con el resultado. Esa noche, el argentino visitó a un amigo y se quedó a dormir en su casa. A la madrugada, Joaquín lo llamó por teléfono y le dijo que iba a volver a grabar la canción para incluirla en su siguiente disco.
–Bárbaro, gracias; aunque seguramente va a pasar a ser sólo una canción tuya. Así lo van a creer todos.
–No te quejes, no te quejes, que vas a cobrar mucho de derechos de autor.
“La verdad es que sí –reconoció Fena–. Mi coche se llama Joaquín Sabina. Me llegan liquidaciones por ringtones de Tokio, Luxemburgo, Ucrania… increíble.” Sobre el proceso de grabación de la versión que Sabina incluyó en Dímelo en la calle, Fena señaló: “Los guitarristas Pancho Varona y Antonio García de Diego empezaron a preparar el tema en el estudio que Joaquín tiene en su casa. Estuve en las sesiones, pero no intervine demasiado… eran las reglas del juego. La canción está muy cambiada. Esos coros tipo Hey Jude, y todas esas cosas, no tienen que ver con lo que yo había pensado. Lo que imaginé está en mi versión: percusión latina, piano, una guitarra slide… Si querían deformarla, para mí, tendrían que haberla llevado para el lado de Ry Cooder, no para el de Bob Dylan, como finalmente pasó. Pancho y Antonio le dieron un armado más folk. La verdad es que no estoy muy de acuerdo con lo que hicieron”. Las diferencias entre las versiones de Lágrimas de plástico azul van más allá de la música. La letra tiene modificaciones. El dúo entre Joaquín y Fena, que está en el extended play Bandera blanca y en el álbum Cartas para tres, del argentino, comienza: “Por los jardines de la madrugada / baila con los jazmines su milonga el sol”.
En cambio, en Dímelo en la calle, Sabina canta “Por las aceras de la madrugada / baila con las porteras su
milonga el sol”. En el disco de Joaquín, además, las secretarias de las oficinas “desayunan en la esquina un tentempié”, mientras que en la grabación de Fena el desayuno es “pan de ayer”. En la Argentina, Joaquín imaginó “escribanos de las decepciones” que, en España, se transformaron en “cirujanos de las decepciones”. También quedaron afuera los “remiseros” e ingresaron “proxenetas”, entre otros cambios. Para Fena, “modificó algunas cosas para hacer más española la canción. Por eso sacó laburo y remisero”. Pero la transformación más importante está en la incorporación de la frase “tribus de los mares del sur al oeste de la frontera”.Fena opinó: “Es una alusión absoluta a nosotros, los argentinos. Las tribus de los mares del sur somos nosotros”.
Tras el viaje de reconocimiento a España, Fena retornó a la Argentina para buscar a su familia y luego volvió a Madrid, a un apartamento que consiguió alquilar gracias a ser coautor, con Sabina, de una canción.
Un tema escrito junto a Joaquín servía de garantía. Pero las cosas no iban a salir como lo había planeado.
Sabina comenzaba su período bajo la nube negra. Si bien se había recuperado del accidente isquémico cerebral que lo sorprendió en agosto de 2001, las esquirlas de aquella granada comenzaban a doler en forma de depresión.
“Joaquín me había alentado para que fuera a España. Pero cuando fui le había agarrado el patatús, estaba muy jodido. Lo iba a ver a la casa, por ahí hablaba un rato, pero después se deprimía y se encerraba en el cuarto.” En lo profesional, el argentino nunca terminó de insertarse en el terreno español. “Me imaginaba que conmigo iba a pasar lo mismo que con Jorge Drexler, a quien Sabina apuntaló mucho. Fui a España muy de la mano de Joaquín. Cuando entró en la depresión, para mí, fue un balde de agua fría.” Además, Fena se separó de su mujer.
“Madrid es una ciudad maravillosa, que conozco como la palma de mi mano. La caminé mucho. Salía a las diez de la noche y volvía a las tres de la mañana. Iba de una punta a la otra. Pero lo que pasó allá, con mi vida privada, fue muy jodido, y culpé a la coyuntura: estar en esa ciudad, lejos, que no me hubiera ido como yo pensaba que me iba a ir... Pero pienso volver. No a vivir, porque mi hija es feliz en la Argentina, y la que manda es ella. Pero quiero ir de visita, reconciliarme con ese lugar tan hermoso. El enojo ya pasó.”
Cuando entró en crisis, Fena encontró en Jimena y Joaquín –más allá de la depresión– una columna donde sostenerse. “Me apoyaron mucho. Nunca voy a terminar de agradecérselos, fueron muy mecenas conmigo.
Me ofrecieron ayuda para que terminara mi disco, tanto moral como económica. Cuando necesité comprar
instrumentos y otras cosas, ellos me dieron una mano.” Luego Sabina pasó un tiempo en Rota, Cádiz.
“Estuvo bastante allá. Empezó a relacionarse más con escritores que con los que formábamos parte del ambiente de la música. Yo, después de un año y medio en España, retorné a Buenos Aires.” Fena y Joaquín volvieron a verse cuando el español, como parte de su gira Ultramarina, actuó en la Argentina.
–¿Cómo lo encontraste?
Genial. Joaquín es un cerebro brillante, y cualquier cerebro brillante, cuando se le prende una alarma, sabe cómo manejar la situación y salir del paso. Lo vi muy bien, libre de vicios, tranquilo. Hay algunos que zafan de los vicios, pero los añoran o se ponen en la vereda de enfrente. Conozco muchos alcohólicos que se convierten en antialcohólicos, como un modo de protección. Joaquín es un tipo tan inteligente, tan brillante, que ni siquiera tiene que adoptar esa postura para resguardarse de lo que en su momento lo atrapó. Lo observé muy protegido por Jimena, con muy buen humor. Cuando tuvo el patatús, Joaquín estaba abrumado, sin ganas de reírse. Cuando lo volví a ver, había recuperado su humor a pleno. Nos cagamos de risa.
–¿Cómo fue tu relación con los vicios?
–Yo pertenezco a la generación del rock de los ochenta que vivió su adolescencia bajo la dictadura.
Cuando nos abrieron la barrera, con la democracia, nos desenfrenamos. ¿Vos qué edad tenés?
–Nací en el 76. Justo cuando los militares llegaron. Yo ahí tenía catorce años. Imaginate. Entonces, cuando en el 83 arribó la democracia, salimos desbocados a que nos dieran lo que sea. Era plena época punk. Yo era el punk más radical que se te pueda ocurrir. Después de tanta represión, decía qué hay que tomar, por favor, dámelo, quiero ver de qué se trata. Pero la vida te cambia, uno evoluciona. Ahora ese mundo me aburre. Supongo que a Joaquín también. Lo jodido es cuando, para crear, se arma un rito en torno a los vicios, que fue lo que a mí me pasó: si no tomo una raya, no me fumo un porro o no me tomo una botella de güisqui, no puedo hacer ni una canción.
Lo complicado es salir de ese campo de gravedad; porque es como un planeta que tiene un campo gravitatorio, girás en torno a él. Salir de ese campo de gravedad es difícil, pero cuando salís, y ves el planeta desde lejos, decís: no tengo nada más que explorar ahí. Comprendés que hacer canciones es algo que está dentro tuyo, que la merca y el porro no lo disparan. Me acolchonaba en las drogas y pensaba que así escribía más fácil.
Pero ahora compongo temas a las diez de la mañana, cosa que antes no sucedía. A las ocho de la noche compraba la botella, tenía el “papel”, y decía voy a ponerme a grabar. Lo único que hice fue salir del campo de gravedad. Dicho así parece simple, pero no lo es. Me preocupaba que dejara de divertirme y no pudiera hacer canciones. Pero esos fantasmas se esfumaron, porque me divierto mucho y, así, normal, compuse más de treinta canciones. Hay otra seguridad.
“Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño”.
Este ya, en tanto, incluye el verso:
"Este notario avala lo que escribo,
estas vísperas son del que se fue,
ahórrate el acuse de recibo,
esta letra no la protestaré”.
El argentino hiló palabras de ambos sonetos y las musicalizó. El tema permanece inédito. Antes de irme, Fena tomó la guitarra y lo cantó. …
@JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ, Las ciudades.
Palermo, barrio porteño; edificio, sexto piso, ascensor.
...
@Tras las huellas de Sabina
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