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Para Fernando Trueba



Cuando tocan B.B. King,
Raimundito y compañía,
el gitanito del swing
y el bembón por bulerías,
con Paquito de Lucía,
qué orgía de palo santo,
qué tocinito de cielo
con sus duelos y quebrantos
su conga y su violoncelo,
su milonga, su consuelo,
su esperanto.

Cuando Caetano Veloso
dibuja su fina estampa
de brasilero rumboso,
de aguacero que no escampa,
los mariachis de Tenampa
sin miedo a la duermevela
se arrancan por José Alfredo
poniendo el dedo en la herida,
del costurón de Chavela,
no vale nada la vida.

El vino de los latinos sabe a cha cha cha
y a pan con tocino de Nueva Orleáns,
a bachata de un Bambino vecino del Bronx,
a pericón de mulata en camisón.
Con la pelvis Elvis Presley bailaba en latín,
Sex Pistols, qué vasilón, god save the queen,
el turronero bordó el bolero de Ravel,
Sinatra fue telonero de Gardel.

Bob Marley fue Camarón,
Charly Prince y el nano Dylan,
no me digan rompan filas
las pilas del corazón,
le platicó Celia Cruz
a Edith Piaf y Manu Chao
que el tumbao del rithm and blues
es al perico ripiao
como el tico tico al soul,
como el zortzico al windsurf
con bakalao.

El vino de los latinos sabe a cha cha cha
y a pan con tocino de Nueva Orleáns,
a bachata de un Bambino vecino del Bronx,
a pericón de mulata en camisón.
Con la pelvis Elvis Presley bailaba en latín,
Sex Pistols, qué vasilón, god save the queen,
el turronero bordó el bolero de Ravel,
Sinatra fue telonero de Gardel.

Joaquín Sabina. Sierra Maestra, agosto de 2005
Publicado en Interviú

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@Tras las huellas de Sabina


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