Hoy, la puerta de Madrid
pudo abrirse para El Cid
igual que para Rincón.
Hoy, la casta Alcurrucén
vino y fue con el vaivén
de un quite de quita y pon.
Hoy, dieciocho de mayo,
hizo de su capa un sayo
el payo de Bogotá.
Y, a lomos de Rocinante,
otro caballero andante
se embraguetó... ¿qué más da
que fallara con la espada,
si calcinó la mirada
torera de la memoria?
Lo de menos... las orejas,
dicen que dicen las viejas,
Jesús y César, qué historia.
Desde que se fue Antoñete,
desde que se fue Romero,
desde que se fue Tomás,
el nueve parece el siete
cuando le grita a un torero
no corras, ¿adónde vas?
Hoy sobraba torería.
En Las Ventas, madre mía,
la afición hizo las paces,
hoy faltaba un buen poeta
que planchara esa muleta
que tanta falta nos hace.
Hoy la tarde se demora
un segundo cada hora,
un más allá cada instante,
hoy el mundo es un pañuelo
y el corazón un buñuelo
de viento, pezuña y guante
de seda, sangre y percal,
san Isidro es un chaval
que sueña vueltas al ruedo,
su peón de confianza
se parece a Sancho Panza
cuando hace de don Tancredo.
Desde que se fue Antoñete,
desde que se fue Romero,
desde que se fue Tomás,
el nueve parece el siete
cuando le grita a un torero
no corras, ¿adónde vas?
Joaquín Sabina. Por la calle de Alcalá. Mayo de 2005
Publicado en Interviú
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@Tras las huellas de Sabina
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